Ni siquiera se respetó el dolor de un pueblo en pos de la muerte de su pastor.
Hoy es 30 de Marzo de 2013 y desde la comodidad de mi cama, escribiendo desde un país extranjero y extrañando la Semana Santa en mi país; revisando Youtube cayó en mis manos un video que adjuntaré a continuación. A veces sucede como si la misma red fuera más inteligente de lo que parece, pues es esto lo que me ha sucedido hoy, porque entre las sugerencias de videos aparece uno titulado, 'La Guerra en El Salvador'. Con un poco de curiosidad y sabiendo ya el tipo de video que iba a ver, di clic en ello, pero siendo si en el contexto historico de la guerra, el video muestra un hecho en particular y específico; los funerales de Monseñor Romero. Con sorpresa me doy cuenta que hoy 30 de Marzo de 2013, exactamente hace 33 años, éste hecho específico quedó en la historia.
Muy probablemente quien me lea no sea de El Salvador, poco os voy a aclarar en éste momento ciertas dudas, pero si es un compatriota mío, tal vez éste haya nacido posterior a tal evento. Por mi parte yo, en efecto, tampoco estuve ahí, ni siquiera estaba por nacer. Soy producto de esa nueva generación que se cree autosuficiente y que no mira hacia atrás. Una generación que sabe de la guerra a oídas y quiza un poco en los recuerdos más tiernos de su vida. Pero a mí, como persona, sí me importa, pero no solo debo ser yo. Necesitamos más de aquellos que no solo simplemente la reconozcan desde lejos y no vean los hechos con desdén, para poder entender retrospectivamente que los multiples eventos de aquellos años son los que nos hacen ser lo que hoy lo que somos, aún cuando el grueso de la gente carezca de 'memoria histórica'. Reconocer el abuso, la tortura, las balas y toda la espiral de odió que cobró miles de miles de muertos en 12 años no me hace una persona triste, estancado o poco progresista, ni tampoco un simpatizante de tal o cual ideología. Es reconocer, el comprender los hechos, mirarlos desde hoy, desde nuestros días hacia el pasado y poder ver en ese pasado las sombras y luces que nos aparecen en el presente.
Hace 33 años, en el centro de San Salvador no se podía cantar una alabanza de la misa, no se podía dar la paz al hermano, no se podía rezar un Padrenuestro o llorar por un difunto. Al parecer estos, los feligreses, el pueblo herido, la multitud trabajadora, al parecer estos eran peligrosos para los ojos de quienes tenían las balas. Pero ese día no, ese día el pueblo no quería ninguna confrontación o reclamar por sus derechos. Me atrevo a decir que ni siquiera la izquierda radical buscaba ese día una ofensiva. Quiza al día siguiente sí, quién sabe, pero ese día no. Ese día, hoy, hace 33 años, el pueblo sólo quería rezar por un difunto, su pastor, pero los mismos que dispararon al Arzobispo son los mismos que pusieron las bombas ese día, en el centro de San Salvador. No cabe duda.
