Self ...

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viernes, 26 de octubre de 2012

La Supremacia de la muerte

       Recientemente un día de estos, salí a trotar y, como ya es costumbre, me puse un poco existencialista. Debe ser seguramente porque las endorfinas a parte de darme la leve sensación de super fuerza y hasta euforia, no lo se, me elevan hasta algún nivel superior, no lo se; pero es que si nos vamos a las cabales y soy sincero, soy demasiado existencialista, me gusta lo abstracto y tengo ciertos dotes filosóficos más que técnicos, en fin; ¡había un pájaro muerto al medio del camino! Lo vi y mi mente voló a mil por hora. Ver toda la gente caminando por esa calle sin tan siquiera darle la menor importancia, todos ensimismado en sus cosas, mi mente voló y no lo pude evitar; y me pregunte, ¿qué genera la empatía y la compasión?, ¿es el gregarismo implícitamente "homus-especious"? ("homus-especious" me lo acabo de inventar yo, por favor no lo busque en el diccionario … u_u, espero se entienda); en otras palabras, si no fuera por las ínfimas diferencias moleculares y genéticas que nos separan como especie entre pájaros y humanos, estarían todos gritando y escandalizados por ver muerto a "uno de los suyos". No me critiquen, es perfectamente normal, lo se. No puedo decir que me sentí mal por el pájaro, porque no fue así, porque no era mi especie, porque no era un hombre, porque solamente era un animal. El instinto gregario en mi no fue capaz de generar una empatía que me llevara a una compasión o lástima a sentir por esa sub-especie, puesto que mi cerebro le interpretaba más que como a un ser vivo, como a un objeto con plumas y alas. Esto además porque no había tenido la oportunidad de crear lazos de amistad con el animal, situación que es posible cuando interactuamos con otros animales y hasta somos capaces de identificarlos como a uno de los nuestros, por mero cariño nomás. Tal es el caso de las mascotas, por ejemplo _ Interesantes son los laberintos del cerebro - pensé. Seguí mi camino y me fui trotando.

         Lo anterior para una mayoría hubiese pasado desapercibido, pero no para mi. La muerte es parte de la vida de todos, pero no todos nos detenemos a pensar en ello y menos de una forma tan fortuita como el hecho de salir a trotar y reflexionar tanto al encontrarse cara a cara con un pájaro muerto al medio del camino. Pero, ¿tanto escandalo por un pájaro muerto? Pues sí, la muerte me saludo desde ahí y me hizo reflexionar en que es ella una ley inmutable, que el peso de su fuerza cae indiscriminadamente sobre todo aquella entidad biológicamente activa, que nada, nada, absolutamente nada, puede hacer para evitarse; aun ni siquiera nosotros, los arrogantes humanos podemos hacer algo. Reflexioné entonces en que ella es tan fuerte, tan presente, tan real; que aunque nos cueste aceptarlo, es uno de los pilares mismos en los que descansa todo nuestro contexto socio-cultural y que es hasta necesaria para disfrutar la vida misma. O acaso, ¿no me creen? Pues nada más hay que parar en simples hechos como la planificación de la vida. Cuando un bebé nace, los padres procurarán trabajar siempre para darle a su hijo lo mejor que es una buena educación, hogar, una buena vida, una guía adecuada y dejarlo, por decirlo así, asegurado para cuando llegue ese momento inevitable de sus propias muertes. Vemos con éste ejemplo como a final de cuentas, si bien la muerte no es el centro y eje mismo de la vida, está casi al centro de ella porque la define y transforma en su totalidad. Así que, de nuevo siendo sinceros, ¿qué sentido tendría la vida sin la muerte? ¿Disfrutaríamos la vida igual sin la certeza que ésta acabara algún día? No. La muerte es necesaria para que la vida misma sea vida y así se disfrute. Involuntariamente la aceptamos, aunque la recibimos con miedo y dolor cuando nos hace una visita cercana, aun cuando duele, así la aceptamos. La sociedad misma lo conoce, nada es eterno, nadie es eterno, no en este plano al menos; que solo la historia queda y que también es probable que hasta la historia muera algún día, que los esquemas, la cultura, la religión y hasta las leyes, y en todo, la muerte es implícita. Cuando entonces logramos ver su verdadero rostro, ver su naturaleza transformadora, real y palpable; es de orates rechazarla puesto que sin ella no seríamos quienes somos y nuestra vida no tendría sentido. Esta comprensión de la muerte es liberadora y pasa ella a ser de horrenda a sublime; de ser muerte, se transforma a ser vida.

¡Y todo esto por un pájaro muerto …!