Recientemente un día de estos, salí
a trotar y, como ya es costumbre, me puse un poco existencialista. Debe ser
seguramente porque las endorfinas a parte de darme la leve sensación de super fuerza y hasta euforia, no lo se, me elevan hasta algún nivel superior, no lo
se; pero es que si nos vamos a las cabales y soy sincero, soy demasiado
existencialista, me gusta lo abstracto y tengo ciertos dotes filosóficos más
que técnicos, en fin; ¡había un pájaro muerto al medio del camino! Lo vi y mi
mente voló a mil por hora. Ver toda la gente caminando por esa calle sin tan
siquiera darle la menor importancia, todos ensimismado en sus cosas, mi mente
voló y no lo pude evitar; y me pregunte, ¿qué genera la empatía y la
compasión?, ¿es el gregarismo implícitamente "homus-especious"?
("homus-especious" me lo acabo de inventar yo, por favor no lo busque
en el diccionario … u_u, espero se entienda); en otras palabras, si no fuera
por las ínfimas diferencias moleculares y genéticas que nos separan como
especie entre pájaros y humanos, estarían todos gritando y escandalizados por
ver muerto a "uno de los suyos". No me critiquen, es perfectamente
normal, lo se. No puedo decir que me sentí mal por el pájaro, porque no fue
así, porque no era mi especie, porque no era un hombre, porque solamente era un
animal. El instinto gregario en mi no fue capaz de generar una empatía que me
llevara a una compasión o lástima a sentir por esa sub-especie, puesto que mi
cerebro le interpretaba más que como a un ser vivo, como a un objeto con plumas y
alas. Esto además porque no había tenido la oportunidad de crear lazos de
amistad con el animal, situación que es posible cuando interactuamos con otros
animales y hasta somos capaces de identificarlos como a uno de los nuestros,
por mero cariño nomás. Tal es el caso de las mascotas, por ejemplo _
Interesantes son los laberintos del cerebro - pensé. Seguí mi camino y me fui
trotando.
Lo anterior para una mayoría hubiese pasado
desapercibido, pero no para mi. La muerte es parte de la vida de todos, pero no
todos nos detenemos a pensar en ello y menos de una forma tan fortuita como
el hecho de salir a trotar y reflexionar tanto al encontrarse cara a cara con un pájaro muerto
al medio del camino. Pero, ¿tanto escandalo por un pájaro muerto? Pues sí, la
muerte me saludo desde ahí y me hizo reflexionar en que es ella una ley
inmutable, que el peso de su fuerza cae indiscriminadamente sobre todo aquella
entidad biológicamente activa, que nada, nada, absolutamente nada, puede hacer
para evitarse; aun ni siquiera nosotros, los arrogantes humanos podemos hacer algo. Reflexioné entonces en
que ella es tan fuerte, tan presente, tan real; que aunque nos cueste aceptarlo, es
uno de los pilares mismos en los que descansa todo nuestro contexto
socio-cultural y que es hasta necesaria para disfrutar la vida misma. O acaso,
¿no me creen? Pues nada más hay que parar en simples hechos como la
planificación de la vida. Cuando un bebé nace, los padres procurarán trabajar
siempre para darle a su hijo lo mejor que es una buena educación, hogar, una
buena vida, una guía adecuada y dejarlo, por decirlo así, asegurado para cuando
llegue ese momento inevitable de sus propias muertes. Vemos con éste ejemplo como a final de cuentas, si bien la muerte no es el centro y eje mismo de la
vida, está casi al centro de ella porque la define y transforma en su
totalidad. Así que, de nuevo siendo sinceros, ¿qué sentido tendría la vida sin
la muerte? ¿Disfrutaríamos la vida igual sin la certeza que ésta acabara algún
día? No. La muerte es necesaria para que la vida misma sea vida y así se
disfrute. Involuntariamente la aceptamos, aunque la recibimos con miedo y dolor
cuando nos hace una visita cercana, aun cuando duele, así la aceptamos. La
sociedad misma lo conoce, nada es eterno, nadie es eterno, no en este plano al
menos; que solo la historia queda y que también es probable que hasta la historia muera
algún día, que los esquemas, la cultura, la religión y hasta las leyes, y en
todo, la muerte es implícita. Cuando entonces logramos ver su verdadero rostro,
ver su naturaleza transformadora, real y palpable; es de orates rechazarla
puesto que sin ella no seríamos quienes somos y nuestra vida no tendría
sentido. Esta comprensión de la muerte es liberadora y pasa ella a ser de
horrenda a sublime; de ser muerte, se transforma a ser vida.
¡Y todo esto por un pájaro muerto …!
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