Self ...

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domingo, 28 de abril de 2013

Un cuento pasajero, de esos que se olvidan.

     
Había estado yo ya hace algún tiempo, tras una ardua semana de estudios, tan relajado en mi habitación en una de esas tardes de verano en las que alumbra un ardiente sol sureño. Su luz  y calidez entraba por mi ventana haciendo del lugar un ambiente propicio para el relajo y la meditación, mismo que no dude un instante en dejar pasar para reflexionar un tanto en una situación que a continuación explico. Era también de notar la peculariedad que acá el término sureño es aplicable a la realidad y no como se dice del mismo en la latitud Norte. Pues bien, estando en ese estado de quietud tratando de rememorar todas aquellas ideas que había anotado con anterioridad en el desconfiado libro mental de la memoria, me sorprendo haciendo éste ejercicio y como es costumbre, me topo con la sorpresa que todas aquellas maravillosas, increíbles y totalmente vanguardistas ideas que había anotado en mi cerebro se esfumaron en un instante; ese instante, ese momento justo en el que me disponia a escribirlas.

_ ¡Demonios, un bloqueo!

      Y así fue. Sucede que había desarrollado todas las respuestas a cuestiones dificiles, aquellas soluciones a problemas intrínsicamente complicados en los que la humanidad ha invertido tiempo y dinero sin éxito alguno de su resolución. Había sido como un momento de iluminación que tuve en un viaje de 20 minutos en el tren subterráneo que me llevaba todos los días desde mi casa hasta la Universidad, en el submundo que se mueve bajo el suelo de una ciudad en la latitud Sur.

_ ¿Cuál es el propósito de la vida? ¿Para qué estamos acá?; _ y ya saben, material sencillo de enseñanza básica que aún nadie comprende.
_ ¿Qué es el boson de Higgs? ¿Cómo ello explica la materia, la realidad, los límites de nuestro espacio? ¿Tiene el éter … el obsoleto eter … el antiguo, griego y filosófico éter, alguna relación? ¿Quién engañó a Roger Rabbit? ¿Era Edgar Alla Poe un neoputista? ¿Puede Platón explicar los límites de la realidad cuántica del tiempo y el espacio en los que existe la humanidad,  con su teoría de la caverna? ¿Existe Dios o todos estamos locos?; _ y ya saben, trivialidades.

     Ya lo suficientemente frustrado por estos mis bloqueos mentales, decidí prepararme un delicioso mate, pues necesitaba la ayuda de mis pequeños 'psicotrópicos' para poder agilizar el flujo sanguíneo en el cerebro. Un café espresso también hubiera servido, pero pues, el Sur tiene sus encantos. En fin, luego del engorroso ritual de limpiar la yerba mate en el mate, sacarle el polvo, calentar agua, inflar la yerba, jugar con la bombilla, hacerla a un lado, preparar el termo, sonreír por lo gracioso que me veo haciendo todo esto y por fin colocarle agua al mate, ah … y endulzarlo; miro hacia la ventana bañada de ese sol sureño, en la tarde de verano contemplando la urbe nueva que se había convertido en mi casa, la ciudad que me hospeda y que este día parecía muy guapa y de aire limpio. _ ¡Santi-asco!, acá yo he aprendido; _ me dije a mí.

     Luego de sorber y sorber, resignado ya a la idea que el flujo energético no iba a resolver mucho de mi problema de la laguna mental, que la idea no iba a regresar … ¡que lata weon, que la respuesta a un problema 'filosófico cuántico' penda de una simple laguna mental! _ Caprichos de Godmundo pensé.

_ ¿Qué hace un salvadoreño, tomando mate, a las 8 de la tarde de cara al sol, en una ciudad del Sur, tratando de resolver los problemas de la humanidad, cuando tendría que estar pensando más en comprender los procesos de oseointegración del Titanio?; _ pero si bien no se resuelve la vida, igual los implantes se caen, pensé.

Cuando se viaja en el metro, puede uno divertirse leyendo un libro, jugando o descargando aplicaciones en algún dispositivo, sacar provecho de la mensajería instantánea y redes sociales, platicar con tu acompañante o cosas por el estilo; pero hay un buen número de zombies que decidimos callarnos, fijar la mirada en el vacio y entregarnos a delirios mentales de todo tipo; desde presupuestarios hasta amorosos, desde académicos hasta … ¿quién sabe?, ponga usted el tema. Y aún más extraño es encontrar entre estos viajantes aquellos que decididos nos lanzamos a la aventura de descubrir y descifrar 'el secreto', pero que ingenuamente confiando mucho en nuestra capacidad de retener lo pensado, el cerebro nos traiciona y es precisamente cuando el metro llega a la estación, que todo se olvida y pareciendo uno más un zombie que un ser humano pensante, se fija un solo objetivo: ¡Salir, salir, salir! … salir del submundo, el laberinto subterráneo y llegar a la casa; quedando todas las profundas reflexiones vividas en esos minutos, reducidas a meros placeres pasajeros, de aquellos que inflan el ego y que en su esencia, son comparables a un delirio de esos oníricos, en los cuales encontramos la respuesta a la vida y el sentido de la existencia y que olvidamos al despertar.

Así es la mente …