¿Conforma acaso
parte de la filosofía cristiana la eterna negación del sentir de los sentidos?
¿La constante lucha entre el “existir-concreto-tangible” versus el “existir-moral
idealista-abstracto”? ¡Venga!, una lucha de todos los días.
Cuando se
piensa en filosofía cristiana existe la tendencia a pensar que ella es la
eterna y absoluta negación al sentir concreto-tangible, tomándose esto casi
como parte de la praxis misma del cristianismo, es decir el sacrificio
simplemente porque sí para con la consecuente eterna negación de todo aquello
que embelese a los sentidos físicos y psíquicos, hasta el punto mismo del
placer desmedido. Y cuando digo desmedido, no necesariamente significa algo
malo, porque, ¿acaso no es buena la bondad desmedida? Y ojo, la bondad desmedida
no puede degenerar consecuentemente en algo malo, sino ya no sería bondad y no
sería desmedida. De la misma interpretación entonces al placer desmedido del
sentimiento, surge a veces la pregunta, ¿por qué no optar al hedonismo?
¡Qué gran pregunta!
Pensaba en esto durante una larga y a la
vez corta noche de verano en la cual, toda suerte de planes superficiales de un
típico viernes por la noche resultaron ser, todos, un rotundo fracaso. ¿Es malo
el hedonismo en sí mismo? La respuesta a esta pregunta yo la quiero abordar
desde la filosofía cristiana, y es respecto a ello me enfocaré propiamente hoy.
Si se parte del supuesto de la
existencia de una benevolente deidad autónoma inteligente como lo es el Dios
judeo-cristiano, podemos deducir que la respuesta es no.
Esto da para pensar ...
¿Controversial? Pues bien, sí,
controversial solo si la filosofía cristiana en efecto fuere la constante lucha
entre el “existir-concreto-tangible” versús el “existir-moral idealista-abstracto”, es decir, si ésta fuera
el eterno hastío y renuncia al “existir (ser)- concreto y tangible”, pero afortunadamente no
lo es. Si se analiza la naturaleza de tal entidad bajo la suposición, como sugiere
la filosofía cristiana, que tal entidad autónoma, no impersonal, es benevolente
para con los humanos y el cosmos, permitiéndoles a estos “ser”; la
consecuente acción entonces de tal benevolencia sería permitirles a sus
creaturas “ser” en plenitud. Ósea, la supremacía del ser.
Entonces ... ¿qué es el hedonismo? ¿Un
sin sentido del placer o la supremacía del placer en sí mismo? ¿Y cómo no se
aprecia entonces el placer sino es por medio del sentir? Porque, ¿acaso
sentiría yo placer en algo para mí no placentero? ¡No! Porque entonces ya no
sería placer. Incluso los masoquistas sienten placer en el dolor. La única cura
de un masoquista es que aquello no
placentero ya no le resultaré placentero. Volvamos al hedonismo. En el paso del
tiempo tal concepto ha sido despreciado, visto con desdén y casi farisaicamente
del hombro hacia abajo, pero yo diría que injustamente pues a mi ver, ha sido
mal interpretado.
Hedonismo: La búsqueda del placer por el
placer en sí mismo.
Midamos entonces el placer asignándole un
valor. Midámosle en escala de 0-1-2-3-4-5-6-7-8-9, siendo 0 el valor menor y 9
el máximo posible y hasta imposible. ¿Pero qué medimos? ¿Peras, manzanas,
nances, jocotes, arándanos, macadamias, amapolas, semillas, almácigos, cogollos,
tricomas? No. Medimos el sentir. ¿Y el sentir qué? Placer. No es el sentir
bienestar, sino placer ... sentir placer hasta en el bienestar.
Desde esta perspectiva, ¿acaso entonces
es malo el hedonismo desmedido? Según el filósofo griego Epicuro, Επίκουρος, el hedonismo si es razonable, no es malo en sí mismo. Pregunto de nuevo, ¿es mala la búsqueda del placer desmedido
por el placer en sí mismo? ¡No! Al contrario, es muy buena, y lo es así porque
nos ayuda a que lleguemos a alcanzar el “ser en plenitud”. A ello me refiero a
que lleguemos a ser por medio del sentir. ¿Ven por qué entonces no es malo
dejarse llevar por el sentimiento, ser una persona de sentimiento? Pero ojo, no
por cualquier sentimiento, sino al sentimiento del placer que es pleno,
hedonista, para que por medio de esta sensación placentera se llegue al
sentimiento, y por medio del sentir al pensamiento y de éste al ser y del ser,
a la plenitud, que desemboca en benevolencia que me permite ser en plenitud.
¿Pero en qué plenitud? ¡En la plenitud que es benevolente!
Es por eso que es correcto decir también
que la figura del Dios judeo-cristiano, es la plenitud que es benevolente. ¡La
mismísima plenitud que es benevolente!
He de ahí que es correcto decir también,
yo siento, y desde ahí pienso (soy autónomo); y luego existo.
He de ahí que es correcto decir que el
acto de ser es un sentimiento.
He de ahí que por medio del sentimiento,
buscando éste el placer, se llega a la
benevolencia que permite la “plenitud del ser”. No se trata de buscar cualquier
placer, no, sino que aquel placer supremo, aquel que por ser supremo nos
permite llegar a un sentir y existir en plenitud. De acá se deduce la
importancia de la “plenitud que llega a ser benevolente”. ¿Puede la plenitud no
ser benevolente? Sí. Por ejemplo, cuando algo incorrecto es plenamente
incorrecto.
De nuevo, es por eso que repito que es
correcto decir que el Dios judeo-cristiano es, ¡la mismísima plenitud que es
benevolente!; y es benevolente porque nos permite llegar a ser en plenitud.
¿Es entonces incorrecto el hedonismo en
plenitud? ¡Nunca! Nuestro ser nunca buscaría hacia algo desagradable y no placentero.
Nuestro ser siempre buscará hacia el placer, y de este al sentir, y del sentir
al pensamiento y del pensamiento al ser; y no cualquier ser, sino el ser en sí
mismos, en plenitud, ¡ojo!; pero en aquella “plenitud que es benevolente”.
¿Y cuál plenitud? La plenitud de lo que
se es, es decir, la plenitud del ser.
Es por esto que es correcto decir que el
alma es hedonista y no se contradice que su único objetivo de existencia es
llegar a ser plenamente en sí misma, es decir, benevolente. Sino es así, pierde
el sentido absoluto del propósito de su existencia. (¿El infierno?)
Es por esto que también que es correcto
decir que Dios es bueno, es decir, benevolente. Y así, en cadena,
bienestar-plenitud-ser-pensamiento-sentir-sensación placentera.
¡Somos todos hedonistas!
He de ahí la importancia que tiene la
supremacía del sentimiento ... porque sentimiento y ser son la misma cosa.
La filosofía cristiana no nos supone
entonces la eterna lucha y negación del sentir de los sentidos. La filosofía
cristiana entonces no nos debiera suponer la constante lucha entre el
“existir-concreto-tangible” versús el “existir-moral idealista-abstracto”. Y es
porque se siente por medio de los sentidos físicos y psíquicos, y de estos al
sentimiento, y de éste al pensamiento, y de éste al ser, y así ... - (Al
respecto, el sexto sentido vendría a ser algo como el sentimiento del
pensamiento, un sentido psíquico, es decir, de la psique).
¡Qué más vueltas si está claro! ¡Dios es
bueno en plenitud!
Por ello a nosotros nos toca simplemente
el llegar a ser en plenitud.
Just be ...
Repito ... ¡He de ahí la supremacía del
sentimiento!
¡Y proclamo y divulgo!; la filosofía
cristiana es la filosofía del ser, y el ser en plenitud. ¡No más que eso!
¿Ahora entienden al “YO SOY”, YHWH?
Notas:
1. Dios: La plenitud autónoma que es
benevolente.
2. Autonomía: Que puede pensarse a sí mismo
y a partir de aquí, ser y desde aquí sentir.