Cuando yo era chico, tipo 1.48 mts más o menos de estatura, era fácilmente impresionable por todo y cada cosa de lo que me decían me lo creía. Así fui fascinándome por historias y leyendas de mi querido El Salvador, ustedes saben, historias fantásticas y mitológicas. Recuerdo escuchar también con atento interés todos los relatos de la vida de mi abuela, sus testimonios de supervivencia a los terremotos, guerras y demás aventuras de mi país a lo largo del siglo XX. Recuerdo poner atención en las clases de religión en mi colegio y escuchar con inocencia la historia de los santos, las historias del saltimbanqui Juanito Bosco, los milagros del padre Pío, las apariciones de Fátima y un sin fin de 'manifestaciones' a cual más impresionante que la literatura y tradición cristiana puede ofrecer, y que a esa corta edad en un ambiente religioso y con una estatura tan corta sobre todo, hacía volar mi imaginación hacia lugares fantásticos insospechados, alcanzando niveles de creatividad propios de Hollywood que ahora de adulto, me cuesta reencontrar. Así pase la infancia, entre juegos e historias. Poco comprendía del mundo real y su cuadratura, sus leyes y sobriedad, su poca imaginación y renuencia a lo fantástico. Poco sabía también de la brusca obstinación inherente al sistema social ya aceptado tácitamente por todos, por convertirnos en autómatas; y poco sabía también yo que mi existencia queda en cierta medida reducida a una mera estadística, un número, una simple pieza del juego. Así de inocente, así de libre, así de humano, era yo.
Con el pasar del tiempo, confieso hay veces quisiera reencontrarme con ese niño que era yo. Me cuesta verlo tal cual era, tan auténtico; añoro creer en él y sus ideas. Si escuchara sus consejos para conmigo hoy en mi presente, no dudaría que la claridad de su pensamiento contrastaría sorprendentemente con las abrumadoras nebulosas actuales. Me gustaría hablar con él, verlo jugar y ponerme a jugar con él; porque de él tengo más que aprender que de ningún otro en esta vida. Pero el cerebro olvida y archiva todo en un lugar muy profundo, las experiencias pasan, nuevas necesidades surgen, y el realismo un día viene de tajo con ese golpe que te hace abrir los ojos.
Ese golpe …
¡Bendito es ese golpe que viene sin aviso a la vida y te golpea a la
cara! Para unos más concreto, para otros una serie de eventos, vacíos,
inquietudes que nunca cesan. La certeza de lo incierto, el vacío del alma, si
se quiere, pero un golpe en definitiva, y ese golpe, abre los ojos.
Al final, ya no somos niños, porque el mundo en su sentir no esta hecho
para ellos. Queda entonces afrontar la vida, ceñirse el cinturón, apretar el
estómago y seguir caminando, siendo adulto, siendo hombre, encontrar tal dignidad
y afrontar estereotipos. Pero he acá el primer problema, y es que en este
proceso se te dice: 'te quiero gris, te quiero cuadrado, te quiero hecho
hormiga'. Se te dijo también: 'te quiero hecho un número, te quiero funcional,
te quiero operante, no te quiero siendo una carga, sino productivo, generando
dividendos'. En realidad lo que se te quiere decir pero no se te dice es simple, 'te
quiero hecho hormiga', y hasta ahí llega nuestra dignidad, convirtiéndonos en
hormigas estadísticas, si se quiere entender. A esto le llamo, 'la mera
instrumentalización de la humanidad', a fin de mantener un 'status quo', a fin
de mantener un sistema de creencias con el cual tenemos que estar de acuerdo
porque sí, y es que este sistema es tan bien aceptado que al parecer su dignidad
global es mayor a la de cualquier individuo. Se vive, se muere y se va la vida
por rendir tributo al 'sistema de creencias'. Pero … si hemos evolucionado
tanto en sociedad, ¿por qué parece que no funciona? Y lo que es grave, se nos
ha hecho creer que 'nosotros' lo hemos establecido así', creyendonos herederos directos de los protagonistas de la Revolución francesa, nadie se da cuenta
que es impuesto. Pero hay algo que huele mal y cualquiera puede leerlo entre
líneas, pero mientras pienses, vivas, trabajes y seas como hormiga, pensaras
como ellas y serás feliz. Aldous Huxley estaba en lo cierto, tal como hoy
mediáticamente nos pintan que este mundo es 'un mundo feliz'. ¡Pero hombre
despierta!, se nos dice, ¡estamos en la cúpula y cima de la comprensión de
nuestro destino, estamos y somos el pináculo de la evolución de las especies,
nunca hemos sido capaz de crear un sistema tan perfecto! Pero yo lo cuestiono
todo, como cuando el niño que yo era, pregunto el por qué de todas las cosas,
porque soy curioso, sí, y porque a la vez hay mucho que no me encaja. No me
trago todo el cuento. Un ejemplo claro en el siguiente cuestionamiento: ¿Será
acaso que estamos sobrevalorando la 'democratización al estilo occidental' como
la panacea y remedio universal a los problemas de los pueblos, tanto como para
justificar la imposición por la fuerza de la misma, suprimiendo libertades de los individuos o naciones, tal como esta pasando hoy día en Medio
Oriente? Como lo dije antes, se vive, se muere y se va la vida por rendir
tributo a un determinado 'sistema de creencias', mismo que sostiene y permitir la existencia de la República y su soberanía; república utópica en la que pocos pueden ver la transitoriedad de la misma.
A parte de lo anterior, surgen aún más cuestionamientos prácticos de la
realidad que día a día se vive en mi país. Y es que como lo dije, no me compro
el cuento completo: ¿Por qué en mi país se nos hace creer que en la
comprensión de la conformación del sistema social en el que nos desenvolvemos
solo hay dos opciones, ser de derecha o de izquierda, en cambio no se
nos enseña que para lograr y buscar lo que es "correcto" se pudiera hacerlo también sin recurrir a asociaciones partidarias? No digo que ello este mal, pero parece que hay quienes no pueden concebir una carrera democrática sin tener que abanderarse. ¿Por qué esto se
entiende así y se acepta así en toda Latinoamérica al pie de la letra y nadie parece interesarse en las propuestas independientes? ¿Quién nos asegura el éxito y perpetuidad de éste sistema de creencias en el cual estamos ya tan cómodos? ¿Cuánto tiempo le queda a tal sistema? ¿Quién nos asegura que este sistema del cual les hablo, 'la democracia
occidentalizada', no caerá, como lo hizo antes el imperialismo y la monarquía?
¿Qué habrá después de ello? O más bien, ¿será que no ha sido la democracia en sí misma la que nos ha
fallado en la labor en pos de construir una 'sociedad utópica', sino ha sido más bien una contaminación mal intencionada en la forma que se ha implementado tal concepto, esto por parte de intereses maquiavélicos que devengan el control y el poder, es decir, de parte de los dueños del mundo, o como dicen los ecnomistas, de parte de 'una mano invisible que lo mueve todo'? ¿Es pecado cuestionarse esto? ¿Por qué se han
callado los idealistas del mundo? ¿Por que no cantamos, imaginamos y creamos,
como cuando niños? ¿Quién nos impuso este 'esnobismo' tan ridículo? ¿Por qué
nos hemos dejado instrumentalizar? ¿Quién me asegura que son buenas y reales
las intenciones del sistema financiero internacional a fin de salvaguardar la
dignidad de los pueblos, de mi pueblo, de mi gente? … Y última pero no menos
importante, ¿acaso en serio, repito, ¡acaso en serio!, creemos que nuestros
gobernantes gobiernan en libertad y que nuestras 'democracias' son soberanas? Ah, y me
surge ahora la última, de verdad que la última, ¿por qué cuando alguien se
cuestiona todas estas cosas, en vez de incentivársele a pensar más y generar
conocimiento, se le acusa de simpatizante radical de obsoletas ideologísa ortodoxas y otros delirios? ¿Por qué?
Es difícil emprender el camino cuesta arriba de la vida por sí mismo,
sobre todo si abarcando los planos personal, espiritual e íntimo, no se trata
de conciliar todos estas áreas también con el plano social, pues vivimos en
comunidad. Al menos para mi sí es difícil, pero esto se aplica a mí, que busco respuestas y trato de leer entre líneas. Más difícil en esta tarea de la vida es, a parte de conciliar todas
estas áreas, conservar a su vez la inocencia perdida de la infancia, conservar esa
la leve esperanza de un mundo mejor. Estoy fielmente convencido que no hay niño
en el mundo que no quiera esto, un mundo mejor, y si es que lo hubiera no es por maldad
inherente sino porque algo o alguien prematuramente le ha robado tal inocencia.
En este post ya algo largo y filosófico, lejos de dar una respuesta y derrocar
sistemas, solo quiero dejar algo, y es que hay que volver a ver en nuestra
niñez aquellos retazos de la inocencia perdida, del idealismo que busca crear
un verdadero mundo feliz, a fin de desinstrumentalizar esta sociedad, tan
'esnob', tan pesada, tan gris y tan ridícula. En otras palabras, ¡ya no más
hormigas, sino PERSONAS, dignas en sí mismas!